martes, 13 de octubre de 2009

EL HUMOR QUE PEGA DE BEN MOLAR



Ben Molar, letrista de canciones populares de éxito internacional, creador de astros y estrellas de la canción, suerte de juglar, duende y mecenas de la vida cultural de Buenos Aires, autèntico poeta, ha dicho que no es escritor; su libro de cuentos “Final” editado en 2002 indicaría lo contrario. Y Armando Almada Roche lo certifica: “Sabe contar. Lo hace con fino y delicado humor. Hunde su escalpelo hasta los huesos, como un cirujano, y llega al alma de sus personajes y muestra las heridas y también la belleza. Sus historias golpean fuerte y al mismo tiempo dejan el sabor dulce del amor y la esperanza”.
Es como difícil leer el cuento que transcribo sin que el pensamiento se dirija por momentos a algunos de los colegas ya fallecidos. Ben acepta con humildad haberse animado a escribir a instancias de Jorge Luis Borges.


¿AHORA ME HACEN HOMENAJES?

Ahora me hacen homenajes? ¿Para qué? ¿Por qué? Cuando necesité un aplauso, o varios aplausos, no los tuve.
Esos aplausos yo los hubiera recibido sin vanidad, pero como un premio a la labor realizada; saben Uds., ¿qué cacho de felicidad me hubieran dado?...
Bueno… ahora Uds. Están exagerando lo que hice. Pensar que si todo lo que se publica ahora en los diarios, revistas y libros sobre mí, se hubiera publicado en su momento, y todo el blá blá blá que ahora dicen por radios y canales de televisión lo hubieran dicho antes, yo hubiese sido, repito, ¡un cacho más feliz!
Y para qué quieren que les cuente lo que dicen los macaneadores profesionales. Uno dice que yo…, y acá inventa su amistad conmigo y lo que signifiqué para él y su ayuda invalorable al promocionar intensamente mis trabajos…
¡Si ni me conocía! Es más, ni me nombró una sola vez cuando yo, ¿por qué no?, ansiaba escuchar mi nombre en sus audiciones.
Y aquel otro que sí me conocía, pero tampoco me nombraba porque para él yo no existía como ente. Y ahora no hace más que destacar cada palabra, cada frase, cada cuarteta de lo escrito por mí hace tiempo.
¿Y sus interjecciones? Me hace reír, porque ahora, con énfasis teatralizado, acentúa y repite esas palabras y reitera ditirambos exageradamente.
¿En qué quedamos? Aquél que no me conocía y éste otro que sí me conocía, me ignoraron antes, y ahora para ellos, ¡soy ALGUIEN!; ¡se les fue la mano muchachos! Ahora para qué quiero esos homenajes.
¡Antes me hubiera servido para “matar” el hambre! –ambos hambres-: el del estómago y el de mi espíritu.
Y qué me dicen de esa Revista y ese Periódico que jamás publicaron una línea sobre mi persona o mis trabajos y que en sus archivos de fotografías nunca hubo –hasta ahora- una sola foto mía…
¿Ahora me hacen homenajes?
¿Saben Uds., lo que hubiera sido vivir y gozar estos momentos, pero en aquellos momentos?
Siempre hubo, hay y habrá, los advenedizos, los incapaces, los audaces pero sin talento; los con “Padrinos” o “Madrinas” influyentes; los apoyados por las “maquinarias” publicitarias y promocionales; los que “entraban” en todas; los que aceptaban que otros firmaran sus obras como “coautores” aunque fuera él sólo el autor; los pagadores de a tanto el elogio; los “amigos” o “amigas” de…
En cambio yo, igual a tantos otros, era la ovejita negra, el bohemio, el “chinchudo”, el rebelde, el intratable, el poco diplomático…
Ahora me pusieron una chapa de bronce en la esquina de Corrientes y…
En la audición Los Grandes me dedicaron una, homenajeándome. Y parece que es inexorable que una callecita, o una cortada, lleve mi nombre y apellido… ¿Se imaginan Uds.? ¡Mi nombre y apellido!
Y pensar que hace muchos años existía una Revista “seria” que jamás quería poner los nombres cariñosos que llevaban ciertos artistas como “Pepe Arias” o “Pepita Serrador”, y ponía José Arias y Josefina Serrador y ahora puso mi foto y un largo estudio psico-sociológico sobre mis trabajos, analizando palabra por palabra.
¿Y saben una cosa?... Yo jamás pensé, cuando escribí mis obras, en toda esa profundidad que le encontraron esos “estudiosos”. Yo sólo escribí mis angustias y mis penas, mi hambre y mi sed de querer, mis ansiedades y mis sueños!
¿Y ahora estos “científicos” dicen lo que yo ni pensé decir!
¡Pero qué le vas a hacer! Así es la vida; mejor dicho, ¡así es la muerte!
Porque yo ya no estoy en la lucha. Estoy fuera de este mundo… ¡del mundo de ustedes! Yo estoy en el otro. Y estos aplausos y elogios ya no me llegan. Por que acá donde estoy no existe la vanidad.
Y esta eternidad es la verdad.
¿Qué quién soy? ¡Puedo llamarme Celedonio o Julián o Julio Jorge! ¡Puedo llamarme Macedonio o Florencio o Spilimber o Francisco Decar o Arl, o mirá si me llamo Ben!...
¿¡Me perdonás la vanidad!?
Otro sí digo: Se me acaba de ocurrir una idea… pero ya es tarde ¿no? O ¡no!
A aquellos que están pasando momentos parecidos, pero allá “abajo”, les sugiero que vayan a una escribanía amiga y hagan levantar un acta dejando constancia que, a “esos” que en vida no reconocieron sus dotes artísticas, les prohiban que mencionen sus nombres después… cuando vengan acá, donde “estamos nosotros”.
Porque “esos”, entre ellos, ¡sí se nombran y con qué énfasis!; y varias veces en cada audición se oye: “Y ahora les presento a mi gran amigo, el gran poeta José Josesito. ¡Uno de los valores más importantes de la poesía mundial!”
A lo que el “poeta” (pseudo poeta) dice: “Gracias, muchas gracias mi apreciado amigo Carlos Carlitos, sos uno de los más grandes animadores de la radio y la televisión mundiales.”
Y ni uno ni otro lo son.
¡Ah!, me olvidaba decir que todos “esos” integran el Club S.A.M..,.. ¿Qué quiere decir S.A.M.? Pues:
¡¡”Sociedad Admiración Mutua”!!

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